EL HOBBIT. LA BATALLA DE LOS CINCO EJÉRCITOS
Hacía tiempo que no me aburría tanto con una película, por llamarla de alguna manera. Supongo que de aquí a que se pueda interactuar como si de un videojuego se tratase solo hay un paso, pues para mí se trata de un gran videojuego en el que un narrador omnisciente va saltando pantallas por ti. De todas maneras, yo estaba a la expectativa y un poco asustado, pues soy torpe con los videojuegos, por si en un momento dado, el espectador de mi lado me pasaba un mando. Por suerte no fue así, y el videojuego llegó hasta la pantalla final.
Infumable, insufrible, aburrida hasta decir basta, cargada de clichés de serie z, con escenas de “masas” vergonzosas, dónde a algún que otro extra solo le faltaba saludar a la cámara. Con decorados que cantaban más que un belga por soleares, sin la más mínima progresión dramática; ni la actuación de los actores, solvente, salvaba el despropósito de Peter Milloneti, no que es Jackson. Milloneti y caradureti para ofrecernos esta basura, que seguro batirá records de taquilla pero que es indigna de ser exhibida en una sala cinematográfica.
En mi recuerdo hay varias películas que en su día me gustaron, así como a muchas personas de mi generación, y que al transcurrir del tiempo y volverlas a ver, me avergüenza pensar que un día fui tan tonto como para ser embaucado por una entelequia insostenible. Creo que eso es lo que pasará con este producto absurdo, hiperbólico, excesivo, cutre que es la última parte de una trilogía, con más oscuros que claros, que Peter Jackson ha llevado a la gran pantalla.
Desde el primer film, que no estaba mal, creo que probablemente sea el mejor de los tres, ya dije que aquello no era el hobbit, era el sacacuartos Jackson. En ningún momento me convencieron los argumentos de que el director había echado mano de los apéndices y no sé cuántas cosas más. En ningún momento me dejé arrastrar por los que clamaban por más Tierra Media, como fuese y a cualquier precio. Desde el primer momento me pareció un despropósito artístico y narrativo.
En la segunda parte, me divertí, sabiendo que no iba a ver el hobbit, que iba a ver una película de aventuras inspirada en el breve relato de TolKien. Me divertí pero no para tirar cohetes. Me seguía pareciendo un despropósito y un ejercicio narrativo nefasto, en el que el director apostaba por una montaña rusa, antes que por una historia coherente, bien enlazada y con un guión sólido. No me basta que entre ejercicio acrobático y ejercicio acrobático digan cuatro frases de cliché con cara de función escolar de las cuatro de la tarde.
La tercera ya es el culmen de todos los errores acumulados a lo largo de este despropósito. Una pieza plana, sin emoción, sin intriga, sin clímax dramático, de chiste me parecen los burdos intentos de conflicto interior del rey enano, así como su rápida resolución. De opereta barata las conversaciones para evitar la guerra, a mi me daba igual si iban o no iban a la guerra, o si mataban o no a Tintin Jones y sus hijos, es más, quería que los matasen y acabasen rápido para que terminase tamaño despropósito. Viendo como finalizaban algunas historias a las que la porquería de montaje, que supongo que una versión extendida mejorará, el final de Star Wars, La venganza de los Sith, que tanta controversia provocó en su día, me pareció una obra maestra.
Para terminar, diré que un artesano de estudio, medianamente hábil, no hablo de los grandes artesanos ni de los grandes maestros, le habría bastado hora y media para narrar la misma historia que se cuenta en estas tres películas de tres horas cada una, con más ritmo, brío y un buen clímax. Pero esta gente hacía películas, no videojuegos. (Que conste que no tengo nada contra los videojuegos; es más, ningún videojuego ha sido maltratado durante la confección de este artículo)