EL LINGÜISTA
Hace algunos años, en mis inicios como monitor, que aunque parezca mentira no se remontan a la prehistoria, conocí a un personaje singular. Era un señor, de edad indefinida, muy baqueteado por la vida y la bebida. Se dedicaba a limpiar el centro, un colegio en donde hacíamos el Casal de Verano.
Un día, mientras hablábamos, después de la jornada, el hombre vio un papel en el suelo y fue a recogerlo, mientras mascullaba:
— Es que semos unos guarros.
— Somos, — le corrigió alguien.
— No, — insitió—, semos, sois vusotros.