El CLUB DE LOS EMPERADORES, EL PRIMER ASESINO DEL ESTADO Y LAS FIGURAS DEL FÚTBOL

Hay una película que me gusta bastante, aunque no creo que sea una buena película. Es el Club de los Emperadores. Trata sobre segundas oportunidades, injusticias, honor y perdón. En una clase hay una inscripción con el nombre de un rey al que nadie recuerda. El maestro, interpretado por el gran Kevin Kline, no para de repetir a sus alumnos que a pesar de todas sus conquistas fue olvidado por la historia, pues no contribuyó en nada al avance de la humanidad.
Hace poco escuché una teoría sobre las estrellas del fútbol, sí, esas que ganan millones y viven a cuerpo de rey por correr detrás de una pelota. Ni estoy en contra del fútbol, ni de sus ídolos, y creo que su habilidad psicomotriz es encomiable por el esfuerzo que supone mantener ese tono con el que les dotó la naturaleza. Supone horas de trabajo y renuncia. La teoría es que por muy conocidas que sean y por muchos seguidores que tengan, son irrelevantes para la historia. No aportan nada para una mejora del conjunto, y no dejarán huella más allá de la del recuerdo de sus seguidores, que no tardarán en cambiarlos por otros ídolos, al igual que el rey de la inscripción en El Club de los Emperadores.
Aquí entra el tercer elemento del título, el Borbón, el primer asesino del estado, heredado de un genocida ante el que hincó la rodilla para recibir su bendición como sucesor de un gobierno golpista y terrorista. Un individuo que tampoco pasará a la historia, a pesar de haber tenido múltiples oportunidades, renunciando a un cargo decimonónico y sin sentido actualmente; ayudando a restituir la igualdad y la justicia en el gobierno de los ciudadanos, con los ciudadanos y para los ciudadanos; poniendo freno a la ultraderecha y al ejército, permitiendo el acceso a la oficialidad a personas educadas en la cultura democrática y garantes del bien común. En lugar de eso ha preferido aumentar su patrimonio robando y ocultando pecados familiares, darse la gran vida con prostitutas de lujo, a cargo de unos presupuestos nada transparentes y ser hombre de paja de los intereses de la ultraderecha, el fascismo y los herederos de los golpistas. Se retrata solo. No, tampoco pasará a la historia por mucho que sus pregoneros, esos que le sostienen las vergüenzas, divulguen una y otra vez las mismas mentiras en torno a su papel en la transición y durante la crisis golpista.
Pero hay dos grandes diferencias entre este infame vestigio del pasado y las estrellas del balompié. Una es que, estas, las estrellas del balompié aún tienen oportunidad de formar parte de ese grupo de benefactores de la humanidad, y dejar su impronta en la historia, ser relevantes; el borbón, no. La otra es que, aunque no sean recordadas y sean insignificantes para la historia, con sus equilibrios y malabarismos con el balón reparten felicidad y dejan una profunda impronta de ilusión en muchas personas; el borbón solo deja dolor, indiferencia y un profundo asco hacia su persona y lo que representa.