historia 39

— Vamos a ver Flanagan, no nos pongamos nerviosos, déjanos recapacitar.

Los maromos de negro se retiraron a deliberar. Flanagan seguía su conversación con la mirada. De tanto en tanto, ambos miraban hacia él. Miradas compungidas, miradas furibundas, miradas de ¡Mandan huevos! Tras una larga deliberación, uno de los hombres de negro se dirigió a Flanagan.

— ¿Y si en lugar de Merikate, dejamos que utilices nuestros kakas para desfogar tus tensiones? — La mirada de Flanagan fue una respuesta muy convincente y disuasoria. — Solo era una idea. Pero que sepas que ese tipo de relaciones están pasadas de moda, son sucias y crean muchas complicaciones.

— Soy un dinosaurio. ¿Hay trato?

— Podemos cortarle la lengua a Merikate para que no hable.

— De eso nada, su lengua me es, esencial. Quiero a Merikate entera o no hay trato.

— ¿Y cómo podemos estar seguros de que no hablará? — Preguntó uno de los hombres de negro.

— Los dinosaurios tenemos nuestros recursos, un poco sucios para vosotros, pero efectivos.

— Flanagan, este es el principio de una gran amistad, — le ofreció la mano uno de los hombres de negro.

— Qué le vamos a hacer, supongo que nada es perfecto, — musitó el otro mientras Flanagan y su compañero rubricaban el acuerdo.

FIN

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